DVD,S-27-VENEVISION- DIJITAL
El día que Doña Arcadia (Caridad Canelon) reunió a sus sobrinas para anunciarles que pronto se moría, se encontró con una sorpresa de dimensiones devastadoras. Y es que todas sus amor imposible. Comenzamos con Mariana (Ana Karina Manco), la maga, (llamada así porque, sobrinas, sin excepción, padecían el virus del según testigos, todas las noches su rostro se hacía más bello que el día anterior) que en un mes debía casarse con su novio formal Rodolfo Matamoros (Aroldo Betancourt), el cirujano plástico, y que descubrió en pleno viaje a Mérida que el verdadero amor de su vida era Camilo Reyes (Victor Camara), un trotamundo de extraordinaria sonrisa que acababa de conocer y que, para espanto suyo, resultó ser el mejor amigo de su novio. Siguiendo con Miranda (Carolina Perpetuo), la etérea, que se le enredó el corazón como un papagayo en los ojos de su profesor Jacobo Reyes (Orlando Urdaneta), un hombre recien divorciado, y estacionado en el amor de otra mujer que era su prima Chicki (Lourdes Valera). O Julia (Nohely Arteaga), la drástica, que se enamoró de un hombre Fabián Aristimuño (Jean Carlos Simancas) "el último galán", cuyo único defecto es que era casado. Detalle que ella supo dos noches después de entregarle el primer incendio de su cuerpo. Chiqui, la espesa, que acababa de renunciar a su hogar, pero sobretodo a su marido, por no soportar un día más de indiferencia. Y por último, Pamela (Viviana Gibelli), la erótica, que había cometido el desatino de enamorarse hasta los tuétanos del mismo hombre de su prima la maga (Camilo Reyes). Todas tenían el corazón arrasado por los hombres. Por eso, ante tal devastación, Doña Arcadia decidió cancelar su muerte para un mejor día y en cambio decretó la guerra contra todos los hombres de ese país de pícaros, adúlteros y sinverguenzas. Hizo poner a sus cinco sobrinas en pie, les gritó el mejor discurso de su vida, les estremeció las hormonas y desde ese día todas ellas juraron salir a la calle y acabar con la única plaga verdadera del planeta: los hombres. Para la misión, todas se valdrían del mayor don que les había concedido la vida: una desquiciante y sobrehumana belleza. Era un ejército de mujeres decididas a todo. Y la guerra apenas comenzaba.
